Nuestros amigos del Museo Ruso de Málaga nos animaron a visitar su “sede central”, el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo y los maravillosos jardines de esa ciudad, Patrimonio de la Humanidad.
Como “Amigos del Jardín” preparamos un programa de Jardín–Museo–Jardín–Palacio–Jardín …., que descubrimos de la mano de nuestras anfitrionas Olga Cherdantseva, conservadora jefa de los Jardines del Museo Ruso y Natalia Pribytok, del Departamento de Relaciones Exteriores del mismo.
El Jardín de Verano. Diseñado por Pedro I, es hoy un espléndido y cuidado jardín, un laberinto bien organizado de glorietas, calles, parterres y rincones temáticos, adornado con un magnífico conjunto de estatuas y cercado por extraordinaria rejería.
El Jardín Botánico, por sus dimensiones, limpieza, cuidado y calidad de instalaciones nos cautivó y también nos causó una intensa y sana envidia. Sorprende la cantidad y calidad de especies de clima tropical, subtropical y desértico, teniendo en cuenta su latitud. Especialmente nos encantó el estanque en el que cultivan unas preciosas Victoria Amazónica o el ágave centenario.
Visitamos también los Jardines Mijailovsky que integran un conjunto extensísimo y monumental formado por el Castillo y el Palacio Mijailovsky, sede del Museo Estatal Ruso de S.P.
Los Jardines de Peterhof, abiertos al Golfo de Finlandia. El conjunto incluye varios palacios y fuentes. Destaca la cascada que desciende al pie del palacio principal en un juego de surtidores y estatuas doradas dispuestos en escalera. Recorrimos los subterráneos con el sistema de impulsión natural del agua que llega a este conjunto desde la montaña .
Nos acercamos al Palacio Catalina ejemplo del lujo de la época con su cámara de ámbar y los Jardines de Tsarkoye Selo .
En el capítulo de Museos destacamos el Museo Estatal Ruso, el “padre” del que tenemos en Málaga que tiene una colección de pintura que puede llenar muchos palacios, sus salas y sus sótanos y enviar colecciones por ciudades del mundo como las que podemos ver en Málaga.
También visitamos el todopoderoso Hermitage, acompañados por miles de turistas. Anduvimos por las calles cansadamente o en barco por los canales, más relajadamente y aún nos quedaron fuerzas para descender por las bocas del metro en busca de esas grandiosas estaciones construidas en aquellos tiempos en que todo esto se hacía “para el pueblo”.
Un grupo de amigos, unas anfitrionas excelentes, una traductora encantadora, una ciudad maravillosa y un tiempo estupendo ¿se puede pedir más?.